viernes, 6 de abril de 2012

Ultimátum a Rajoy para acometer las reformas pendientes antes del verano

Suena el teléfono en la mesa de un responsable de uno de los grandes bancos de inversión. Le preguntan por qué la prima de riesgo de España está desbocada y supera los 400 puntos. Su primera respuesta es lo ya subrayado por S&P: "España será el único gran país Europeo que estará en recesión en 2013". La segunda respuesta es mucho más contundente: "Después del discurso de Draghi el miércoles, a España le queda poco tiempo para hacer las reformas pendientes, y el problema es que algunas de ellas, como la financiera, no se sabe con qué dinero se va a hacer, porque el Fondo de Garantía de Depósitos y el Fondo de Reestructuración Bancaria están en la reserva".
La premura de tiempo es compartida por fuentes oficiales a las que ha tenido acceso elEconomista, que aseguran que a nuestro país le queda hasta el mes de julio para acometer hasta la última reforma si quiere evitar ser rescatado, como ya estuvo a punto de suceder en 2010. El plazo coincide con el que se maneja en Bruselas, encargada de trasladar el mensaje a las autoridades españolas.

El complicado escenario, que ayer llevó el diferencial con el bono alemán hasta niveles no vistos desde noviembre del pasado año, se refleja en la cara acongojada de muchos responsables del Gobierno, que no entienden que la prima de riesgo vuelva a incendiarse.

Hasta el momento, el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha puesto sobre la mesa la primera parte de la reforma financiera, una dura reforma laboral y ha prescrito claramente que sus líneas maestras de gobierno serán la estabilidad presupuestaria y la fijación de un techo de déficit próximo a cero para las autonomías.

Pero el mercado ya no se fía. Esperará a ver que las iniciativas se plasman en la realidad antes de que la tensión se relaje y el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a comprar deuda. Algo que resulta imprescindible para que se frene la escalada del coste de financiación de nuestras emisiones. Las autoridades europeas están dispuestas a poner a nuestro país contra las cuerdas, como ya hicieron con Italia este otoño, para que acometa con celeridad los deberes pendientes.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, cuantificó hace meses en más de 50.000 millones las necesidades de capital de la banca y Economía adelantó ayer que "el próximo jueves se iniciará la subasta de Banco de Valencia y Catalunya-Caixa". Dos entidades que pueden comerse gran parte de las necesidades adelantadas por De Guindos. Esta misma semana José María Castellano pidió un esquema de protección de 27.000 millones de euros para la entidad que preside, NovaGalicia Banco.

El único bálsamo para aliviar las tribulaciones, de momento, es que el Tesoro adelantó el calendario de colocaciones de deuda. En lo que va de año, lleva captado más de un 40 por ciento de lo previsto para todo 2012. Un tiempo ganado para aplicar las medidas de ajuste antes de que el coste de la deuda nos ahogue. En el Presupuesto, los intereses para afrontar el endeudamiento rozan los 29.000 millones y equivalen a todo el coste completo de las prestaciones por desempleo o al fortísimo ajuste de las cuentas públicas, 27.300 millones.

¿Se cumplirá con el objetivo de déficit?

Los analistas temen que el fortísimo recorte del gasto, unido a la subida del impuesto de la Renta y de Sociedades, estrangulen el crecimiento y hagan imposible cumplir con el objetivo de déficit del 5,3% marcado por el Ejecutivo de Rajoy. El pobre comportamiento de nuestra economía, con un alza importante del desempleo en febrero y una cifra debilísima de producción industrial, hace temer el contagio a Francia y Alemania, cuyas economías ofrecen también síntomas de agotamiento.

La percepción de que nos encontramos ante una situación límite cala en los mensajes más recientes del equipo económico del Gobierno, sobre el que se han cernido duras críticas por supeditar los Presupuestos al calendario electoral y posponer su presentación hasta después de los comicios andaluces y asturianos del pasado 25-M. Reconocimientos de la coyuntura de "extrema debilidad" o de que las Cuentas Públicas son "duras, desagradables e incómodas", pero "la alternativa era peor" son reveladores de porqué ahora el Gabinete se enfrasca in extremis en apurar la Ley de Estabilidad Presupuestaria para que entre en vigor en mayo, o en apermiar las fusiones bancarias.

Así pues, Rajoy tiene 100 días para embridar a las autonomías, endurecer la lucha antifraude, avanzar en una reforma energética que enjugue el agujero del déficit tarifario y abordar reformas estructurales tanto en sanidad como en educación, dos de los grandes capítulos del gasto autonómico.

La opción del copago

En Sanidad, se abrirá la puerta al copago, una medida que algún parlamentario popular ha reseñado como de aquellas que no gusta tomar pero que no se puede descartar ante los desafíos vigentes.

También debe cerrar cuante antes la Ley de Emprendedores, con sus medidas de estímulo a la actividad, la reforma de los servicios públicos, y de la Administración de modo que se eliminen duplicidades y concurrencias.

La Ley de Mutuas, la de Costas y la unificación del mercado para paliar la multicefalia autonómica están también sobre la mesa y en la cuenta atrás para convencer a la Unión Europea, el BCE, y los mercados, so pena de recibir su reacción enfurecida.

Presión del mercado

No son el BCE o sus eurosocios los únicos que reclaman más madera en forma de reformas al Gobierno de Rajoy. También lo hacen los mercados. ¿Cómo? Presionando a la renta fija española en forma de ventas de bonos.

Esto explica que la rentabilidad de la deuda pública a 10 años, que sube cuando cae el precio marcase un nuevo máximo anual en el 5,75%.

Este sonoro repunte, unido a la igual de fuerte caída en el rendimiento del bono alemán -que marcó nuevos mínimos anuales en el 1,74 %- provocó que la prima de riesgo española superara la psicológica barrera de los 400 puntos. Un nivel que no veía desde noviembre del año pasado. El hecho de que este diferencial cerrara en los 402 puntos (el italiano también escaló, hasta los 372 puntos), arroja además, otra lectura nada positiva: las dos subastas de liquidez que ha llevado acabo el BCE en diciembre de 2011 y febrero de este año (conocidas oficialmente bajo las siglas LTRO), en los que ha prestado a los bancos 1 billón de euros a tres años, no han servido para nada ya que hoy el bono español cotiza por encima de los niveles de aquel 23 de diciembre de la primera subasta que llevó a cabo la institución monetaria, cuando la deuda pública española a 10 años cotizaba en el entorno del 5,3%.

Aunque el ministro de Economía y Competitividad de España. Luis de Guindos, afirmara ayer que el repunte en la prima de riesgo responde al "nerviosismo" y "volatilidad" que hay en Europa, lo cierto es que es la mayor preocupación viene de España.

"España sigue estando en el centro de los mercados," afirma Peter Chatwell, estratega de renta fija de Credit Agricole Corporate & Investment Bank en Londres. "El LTRO se ha esfumado y así se vio en el resultado de la subasta de ayer del Tesoro. El mercado sigue apostando por un evento de crédito y busca apoyo en los activos más seguros", afirma este experto en declaraciones a Bloomberg.

Eso explica, por ejemplo, que los inversores acudieran en masa a comprar bonos alemanes, pero también británicos, cuya rentabilidad a 10 años cayó hasta el 2,15%. Algo en lo que, sin duda, influyó la decisión del Banco de Inglaterra de mantener los tipos de interés en el 0,5% y, sobre todo, el hecho de que decidiera mantener su programa de medidas cuantitativas, dotado con 325.000 millones de libras.

Esta fuga hacia los activos exentos de riesgo, además de con poco potencial de rentabilidad, también explica que las ventas azotasen una vez más a los mercados de renta variable, pese a que el buen dato de peticiones de desempleo en Estadso Unidos consiguió reducirlas y, en el caso del Ibex 35 35, eliminarlas ya que el índice se mantuvo intacto en el nivel de 7.660 puntos, mínimo desde el mes de septiembre de 2011. Su siguiente soporte son los 7.500 puntos.

Fuente: El Economista

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